domingo, 7 de mayo de 2023

La cardelina

 

El presente texto, de nuestro amigo José Luis, contiene vocablos y expresiones de la fabla (aragonés).

Por si no los conocéis, al final disponéis de un pequeño diccionario con los términos empleados.

 

Después de trabajar, Carmen cogió la autovía y subió a ver a su madre a la residencia. Estaba en lugar anodino, cerca de Huesca. Lugares anodinos, poco habitados, pero bien arreglados.

- Hola, filla39! Qué cosa? Has cerrau ya las ovejas?

- Sí, madre.

Le dio un beso en la cabeza. La enfermedad la tenía en un mundo imaginario lleno de ovejas, cosechas, praus58, y familiares muertos. Para no discutir, ella le seguía. Acababan antes.

- Ala, viene. Vamos a tomar o sol t’a placeta.

- Venga pues. Si ya has acabau con to, charraremos21 un rato, que estoy preocupada por mi nieta Victoria y su futuro.

Salían siempre a una replaceta cercana. María necesitaba un andador. Iba muy poquer a poquer57, pero no dejaba que nadie la tocase. Seguía fura, fura como una gata de las de antes, de las que cazaban ratas bien gordas y se las metían a la dueña a los pies, antes de mincharselas48, como una ofrenda. Ahora hasta las gatas habían cambiado. Todo había cambiado mucho.

Se asentaron en el banco de siempre, junto a la báscula municipal. Los pájaros cantaban a la tardada, celebrando el fin del día y la luz suave.

Se les acercó un viejo de la misma residencia y que estaba un poco tocao. Era de algún pueblo lejano. Su vicio no le abandonaba:

- Siñora, me dona un cigarro? Lumbre ya en tiengo66.

- Francisco, no te conviene. Luego t’afogas4 más.

- Pero aquí en la replaceta el diretó no me vei…

- Te veis tu mesmo, no cal que te veiga denguno14.

- Ya… vale, pero... me’n dona un cigarro u no? Lumbre ya en tiengo66, me va portá mi pariente José Luis un mechero la otro día, y tamé pilas pa l’arradio. Mire que arradio més guapa…!

- Dale un fumarro40 a este macatrullo47 y que jope44 d’una vez ya, coño. Tenemos muitas cosas de las que charrar21. Venga, da-le-ne.

- Toma, Francisco. Anda, marcha y dejanos charrar21 de nuestras cosas, no seas cansau15.

- Gracias, siñora. Me’n dona un atro pa dimpués?

- Sí, claro. Toma, hala, marcha ya, que mi madre se encarraña.

El viejo movió poquer a poquer57 hasta la otra punta de la plaza, a otros bancos donde se acumulaban más residentes. Andaba a pasos curtetes, rotos, como saltetes60.

El sol de tarde les calentaba; ahora, a finales de octubre, ya empezaba a agradecerse. Había unos cipreses plenos de gorriones, el ruido salía de allí sobre todo. Los bancos eran de madera, no pasaban el frío a la culera. Más amorosos que los de metal. Se estaba bien. María arrancó con la canción de siempre:

- Bueno, qué? Has charrau21 ya con os de casa Larrosa?

- Sí, madre.

- Ya sabes que es lo mejor pa mi nieta. Tienen buenos campos. Y prepara dineros que a boda la quiero fer38 en el Lillas Pastia.

- Claro, madre.

Casa Larrosa se hundió hace más de veinte años, y Victoria estudiaba medicina en Pamplona… y se juntaría con quien le diese la gana, no como ella, que la liaron entre todos, o se lio ella sola, vete a saber. Hubiera podido decir que no… Carmen le daba vueltas a veces, que en realidad si hubiese sido más pincha, hubiese podido perfectamente cambiar la historia.

Al principio, la enfermedad de mama casi no se notaba. María vivía sola en su lugar, compraba en la tiendeta, hacía recaus, se cuidaba de las gallinas… La viudedad no le había sentado mal, el marido había marchau discreto, en una semaneta en San Jorge, sin dar mal, como había vivido. Ya hacía unos años que se habían quitado los animales, que eran más un estorbo que otra cosa, un capricho de montañés catenazo18, qué coño, decía María, venga líos con la PAC, los vecinos, y eso de tener cuatro ovejas mal contadas era cosa de antes; haciendo caso a la mujer se centró más en el cereal y las almendreras. No les iba mal, le ayudaba Anselmo, el yerno; Y un día, sin avisar, le dio algo mientras podaba. María lo había llorado, pero lo justo, tampoco había que exagerar.

- Yo con vosotros de momento no quiero bajar, a yo dejame a la mía marcha que ya voy bien. Amás tiengo66 a las vecinas, y tía Asunción está en Ayerbe, ya lo sabes. Si me aburro alguno me bajará y pasaré la tarde.

Carmen iba a verla a menudo, a veces alguna tarde de entre semana se subía, tocaba chufa y volvía; charraba21 con ella un poqué, y se bajaba huevos de casa. A los chicos les gustaban más que los de compra. En media horeta estaba en Huesca otra vez. A ella no le costaba conducir, para trabajar lo hacía cada día. Las amigas le incitaban a pedir traslado a Huesca, que seguro que tenía puntos de sobras, pero ella no quería, se sentía a gusto en las escuelas unitarias y lo dejaba pasar, por una cosa o por otra. Así iba rulando la cosa, y entremedias, casi sin saber cómo, se divorció. Ella se vio con tres críos, ya algo crecidos, gracias a Dios. El chico tenía tirada por su padre, y acabó pasando temporadas con él, se subieron a vivir a su pueblo los dos. Bajaba con el trasporte escolar del pueblo a Ayerbe, y ya está. Los otros dos estudiaron en Huesca; la moceta49 era bien lista. Sacaba todo matrículas. Al mediano en cambio no le iban los libros.

Un día, una vecina la trucó69 a casa:

- Carmen, siente, no t’asustes pero te tiengo66 d'avisar que tu madre fa38 cosas raras.

- Qué me dices? Qué cosas?

- Se va sin pagar d’a tienda, se deja la compra en a plaza... La otro día le’n tuve que llevar yo a casa, cuando llegué a muller51 estaba desesperada, iciba42 que l’hiban robau46.

- Oi, Dios…

María, por supuesto, lo negaba todo.

- Ixa43 muller51 siempre ha siu una desustanciá30, no sé pa que l’ascuchas, coño. Siente, amos a charrar21 d'as cosas importantes... que fan38 os críos? T’apañas bien sin Anselmo? Te pasa bella perra11?

Charraba21 de todo menos de sus olvidos. Si  Carmen insistía, se enfadaba:

- Que te piensas, que m’estoy volviendo lela u qué? Aun te daré un soplamocos como cuando yeras72 cría, faba36! Pa marea-me la cabeza, no subas, ya pues marchar!

Carmen conducía ta Huesca, llorando despacio, y pensando que no sabía que hacer.

Pasaron los años. Y la cosa fue a más, cada día a más. Con el buen tiempo, Carmen y los hijos pasaban algunas semanas con ella en el lugar. Y un fin de curso la cosa se desmandó del todo:

 - Ostrinencia, yaya! Ya ha vuelto a montar buen chabisque19! Ha tirau los huevos batidos por la mesa!

- Monto lo que me da la gana! Y no te me enfrentes, que esta ye72 casa mía! Ala, coño, dejame acabar la cena pa tu madre, que llegará bien cansada de Huesca.

La abuela quería seguir cocinando, ser útil, no estar quieta. Pero cada vez se trafucaba más.

Oi, madre, que berenjenas más buenas! lo agradezco, vengo espiazada34. los finales de curso son tremendos… madre…pa que ha hecho tantas...

...Encima de la mesa había cinco fuentes plenas de berenjenas rebozadas, como para un regimiento.

Bai, nina9. Tos63 las minchareís48 igual... ala, tira, tira, que te sirvo...

Yaya se fue equivocando cada vez más. Un día, una sartén encendida hizo correr al chico pequeño, que andaba por casa de ellos. Yaya estaba ordenando la nevera y ni se enteraba de que la sartén llena de aceite ardía.

Me cagüen la osma! Aiba d’ai3, agüela, que nos quedamos sin casa!!

…Qué dices, qué dices!

Con una tapadera el chico consiguió apagarla. Pero cogieron miedo. La casa quedó zafumada, la ulor a fumera no marchó en días.

- Déjelo, madre, Juanito calentará un arrocer precocinau que he comprado en el Aldi, ya he preparado las raciones para todos, usted no se tiene que preocuparse de nada.

- Y tú que quieres, que me muera de aburrimiento?

- No, mujer, no es eso… puede mirar la tele, u fer38 ganchillo, u algo...

- O que tiengo yo que fer53 ye72 cocinar, que estos críos gastan o doble que yo pa dar-te la metá de comida. Asinas luego te quedarás sin casa…!

- Mama, por favor…

- Ya veo que aquí no os sirvo para nada, cualquier día brinco y me’n voy con mi hermana ta Ayerbe y así no romanciarís tanto. Estarís más descansaus. U cambio a llave y os dejo fuera a todos, que esto ye72 casa mía17.

As trifulcas duraban un rato hasta que replegaban59 a mesa. Poquer a poquer57 las aguas tornaban a su cauce. La tele la sedaba. Una peli de Paco Martínez Soria o Lola Flores era lo mejor, si las discusiones habían sido fuertes, Carmen rezaba pa que saliese uno de estos por la pantalla.

- Coño, mia-te que divertido este hombre! Con tu padre nos las veyebanos70 en Huesca, en el Olimpia!

- Si, muy divertido, madre…

Al acabar ese verano, Carmen decidió bajarse a su madre a vivir con ella. Tenía sitio. El pequeño vivía con su padre en el pueblo y nada más aparecía los fines de semana. El mediano había acabado ese año el ciclo formativo, iba trabajando en la hostelería y era de buenas maneras, no romanciaría de ver a yaya rular por casa. Y la chica, pues con los libros a su marcheta. Quería hacer medicina.  Bueno, a ver si entraba en Huesca.

María, contra todo pronóstico, aceptó. Era gran verdad su deterioro. Aún seguía fura, con la mala follá de siempre, pero para asombro de Carmen le hacía caso, algo impensable unos años atrás. Ese otoño fueron de médicos, se aprendieron todas las consultas de San Jorge: la llevaron al neurólogo, y después al oftalmólogo. Resulta que que también tenía glaucoma, para acabarla de jibar, y había que ponerle unas gotas cada día. Ella, por supuesto, no se las quería poner, le hacían duelo las perras, pues la reforma de la sanidad española le obligaba a pagar el 10%, unos pocos euretes. María consideraba ese gasto un despilfarro absurdo. En cambio, las pastillas de la tensión le encantaban. Decía que eran muy buenas, y que le templaban el cuerpo. Insistía en tomárselas con anís del Mono.

Cada tarde, Carmen marchaba a correr. Le gustaba que le diese la tardada pasado ya el Puente las Miguelas. Se metía por los alcorces junto al río, o por la carretereta del polígono o de Apiés. No paraba hasta que se sentía rodeada de campo. Sentía el corazón en las sienes, en los pulsos que decía en su cabeza, y la sonoridad de su respiración en la boca y la nariz. Cerraba los puños, eso le hacía bien. Tenía muchas cosas que olvidar en su vida. De cuando en cuando, se le aparecía Pablo, el inútil ese, su ex, en la mente, y en ese momento una raya negra la invadía. Bueno. A ver si tanto torroco, tanto odio y tanta mierda daban para que Victoria estudiase una carrera… ahora decía la chica que quería jopar44 de Huesca, que esto era un pueblo. Y miraba las condiciones de entrada de la Universidad de Navarra… a ver que pasaba en junio!

Corría y salía a campo abierto, por los caminos de las afueras, de esta ciudad a la que bajó a estudiar magisterio, emocionada, hace una infinidad de años y en la que se casó con el aventau7 ese, el del pueblo de al lado, el que le dijeron, el que le gustaba a mama. Él subía y bajaba cada día, llevaba los campos, los suyos y los de ella, y su padre tenía en quien apoyarse. Carmen iba trabajando, al principio cubriendo contratos de bajas maternales, etc. hasta que empezó a aprobar los exámenes de las oposiciones. Le costó, en esos años se iba quedando embarazada, y los críos iban viniendo, hasta tres.  La convivencia con Pablo no era precisamente una maravilla, ya se veía venir lo que pasó. Él se fundía el dinero que sacaba con los amigos del lugar. ¡¡Como se reía el inútil, cuando estaba zorro!! Al principio ella lo acompañaba, con otras parejas, y tal. Luego, cada vez fue menos frecuente, ella se quedaba en casa con los críos. Le aburría, le empezó a dar asco. Vivían en Huesca, en un piser alquilau, que en cuanto ella fue interina, miró de comprar, pues no las tenía todas.

- Pa que quiés comprar un piso? Ya tenemos casa tuya en o pueblo, y a mía también en el mío… cuanta casa pa tan poqueta chen23!

Pero ella se impuso y lo compraron. Menos mal. Desde allí, ella pillaba el coche y marchaba cada mañana a las escueletas a las que la iban destinando. A veces, a más de una hora de camino. En ocasiones buscó donde quedarse a dormir, pero era complicado, siempre forzaba la maquina y volvía… acababa espiazada34. Estudiando de noches, consiguió sacar la plaza. Menos mal.

Desde que nació el pequeño, no era raro que él no llegase hasta bien tarde, u trucaba69 que se quedaba en o lugar, decía que para no conducir tanto. La distancia entre ellos cada vez era más grande, mucho más que la media hora de coche que evitaban.

Una mañana, en vez de ir a la escuela, trucó para decir que estaba mala, y se fue a un abogado amigo de casa... Esa tarde, cuando Pablo llegó, se encontró unos papeles encima de la mesa. Él se acoquinó. Sin protestar, los firmó todos. Y a los pocos días se volvía para siempre a su casa de allá arriba, a su pueblo, a unos pocos kilómetros del de ella. Y la vida siguió, más sincera, más tranquila.

En ese tiempo Carmen se aficionó a correr. Primero en el Parque, después por caminos y carreteras de Huesca. Se ponía un buen calcero, unas alpargatas deportivas y un chándal fosforito, y una cinteta en el tozuelo. Siempre llevaba una muda deportiva en el coche, por si le daba por correr.

El invierno que su madre bajó a vivir con ellos, Carmen corrió casi cada tarde. Si no lo hacía, no aguantaba la tensión. Si podía elegir, se iba por los secanos, entre Apiés y Fornillos, esquivando malos encuentros con los perros. Y en cuanto podía, dejaba el asfalto; hasta se metía campo a través, subiendo márgenes, chafando güebras41, romeros, aliagas… Corriendo en tierra, se fijaba en el ruido de los pies y se concentraba en él. Eso le limpiaba el pensamiento. El atardecer y el silencio del monte le amansaban la mente… el olor de las yerbas, el tremoncillo68, algún conejer. Sentía la respiración acompasada con los pies. Cuando volvía las luces de la ciudad la guiaban. A la altura de Salesianos dejaba ya de correr, pasando a un paso rápido. Podía encontrarse con alguno, y prefería que la viesen caminando, le entraba una vergüenza difícil de explicar, como si pudiese notar la gente al verla sus problemas y rompimientos de cabeza. Cuando veía Santa Ana, ya se sentía en casa. Pasaba la esquina y subía la subideta de la plaza, ya despacié. Luego, a ducharse y a organizar la cena, si no lo habían hecho ya los hijos, uno u otra. Después de cenar, no veía ni tele ni nada, se iba a la cama y dormía como un queso.

Miraban de cenar juntos, la chiqueta25, la abuela y ella. El zagal llegaba después, cuando plegaba del restaurante. También colaboraba en casa, cocinaba muy bien, lógicamente. El pequeño trucaba69 de cuando en cuando, y pasaba a estarse unos días para verlos…tenía buena relación con su padre, pero con ellos también. La verdad era que no se podía quejar.

Así pasó un tiempo. Día tras día, los días tan parecidos que se podían intercambiar, fueras de las novedades que aportaban los críos… la chiqueta25 aprobó todo y entró al curso siguiente en Pamplona, en la Universidad de Navarra. Su ex se portó dignamente y puso dinero. Bueno, menos mal. Siempre fue inútil, pero mala gente, pues no. Las cosas funcionaban. Todo menos el tozuelo de mama, que s’estricalló35 definitivamente tras un infección de orina. Tuvo unas buenas febradas que la doblaron en la cama, tiritaba, y decía fatezas37 to’l rato67. Cuando mejoró y le bajó la fiebre, miraba como ida. Esa noche, la replegaron59 del suelo en la cocina.

- Madre, pero que hace aquí a estas horas? Venga t’a cama, mujer!

- Pos que te piensas que fago38? Darle pienso a las ovejas, redios, que las tenís muertas de fambre, y no callan las pobretas. Hala quita, que si no, no acabaré. Este montañés, que cansau15 con as ovejas, que nos las tenemos que sacar, mira que se lo digo, coño.

- Madre… no hay ovejas.

Se quedó aturdida y Carmen aprovechó para llevarla a la cama y darle una pastilleta y unas gotetas que tenían por casa de otras veces. Ese día durmieron, pero la paz se acabó.

Comenzaron a no poder dejarla sola. Carmen buscó ayuda con la trabajadora social. La llevaba a un centro de día. Esa solución petó un día que la abuela se plantó, y no quiso ir: entonces estuvieron varias semanas jugándosela literalmente. Le pagaba a una vecina para que pasase a ver a mitad de mañana si la vieja estaba bien. Tenían que engañarla, porque ella no aceptaba la compañía de nadie: a una moceta49 interna que intentó ponerle, la vieja la había expulsado a sartenazos.

- Chandra20, más que chandra20! No más me miras y no treballas cosa, ni pa ganar-te o pan que te damos…! Ya t’apañaré yo a tú, ya…! Y le arreaba con la sartén grande. La chica huyó esa misma tarde.

Carmen le daba medicaciones, gotas y demás, iban trampeando… y un día se escapó. La trajeron a casa los municipales.

- Esto no puede ser…

Pero no sabían cómo meterla en la residencia. Carmen buscaba como afrontarlo todo. Y ya no corría. No tenía ganas.

Una tarde, al llegar a casa, no oyó la tele ni nada al abrir la puerta. Se le pusieron los pelos como escarpias. En el pasillo se veía una vomitera de sangre. Se encontró a la abuela tirada en el cuarto de baño, aturdida. Sintió un ruido en la ventana: una cardelina16 se había parado en ella. Era chiqueta25, de colorines. El pájaro se las miró, pegó un esbrunce33 y marchó volando, hacia el cielo.

En San Jorge se la quedaron unos días, y después la trasladaron al Provincial. Se curaría; mientras el médico le explicaba, ella se puso a llorar como una cría. No podía más.

El médico le explicó que había sangrado del estómago, tanto tomarse las pastillas antinflamatorias sin control ninguno, igual podía haber tomado una que cinco, en realidad nadie lo sabía, pues a nadie dejaba que se las organizasen... eso se había acabado; bueno, eso y tantas otras cosas. Se había acabado una manera de vivir entera. Mientras Carmen se derrumbaba delante de él, el médico comprendió muchas cosas de esa mujer deshecha, que la escuchaba como ida, entre sollozo y sollozo.

María, gracias al buen hacer de las trabajadoras sociales y los geriatras, salió directamente del hospital a la residencia, la que encontraron cerca de Huesca; no era perfecta, pero para ellos fue la salvación.

Esa semana, tras recibir la noticia, Carmen volvió a correr.


….............


El rato de paseo se acaba. Ya se está haciendo de noches... Pasa una auxiliar por la replaceta para pillar a los rezagaus.

- María, parrandera, venga, que ya es la hora de la cena! ¿Qué pasa, que ya no tienes gana u qué?

- Claro que sí, moceta49. Ye72 que mi filla39 m’ha veniu a ver y estamos preparando una boda… mira, à tu t’invitaremos, que yes72 a enfermera más majeta de to la residencia, y amás me caís bien… y sabes que te digo? Pues a las otras, que se la casquen! Hija, alcuerda-te d’esta moceta49 cuando fagas38 as invitacións.

- Sí, madre. Venga, hasta otro día. Un beso.

- Ala pues, adiós, que vaiga bien a semana.

Carmen montó en su coche y volvió a la autovía. Al ir a incorporarse, pensó un poqué y decidió tirar hacia Gratal.

Pasó las urbanizaciones, y aparcó el coche en una pista de tierra. Se cambió enseguida. Comenzaba a ponerse el sol de otoño. Tiró subideta t’arriba65, era una costereta28 fácil, y la subió trotando, a trote ligero, como le había enseñado Sarasa para no forzar, después de unas tendinitis. Detrás de ella la Plana de Huesca se apagaba, s’iba empapando de sombra y se dormía. Había veces que la vida sí que merecía la pena de ser vivida.

Llegó a una parte que empezaba bosque, con carrascas, enebros y algún roble pequeño. Ya vale, no subo más. Paró, y alentó firme rato, despacio. Os pulsos a ambos lados de la cabeza le latían fuerte, rítmicos, los dos lados a la vez. Cerró los ojos. Podía descansar, después de tantos años. Al bajar, le salieron dos conejetes con la cola blanca, pita.


…..........


- Carmen, ¿Puedo pintar los mandalas ya?

- ¿Has acabado las sumas?

- Sí, seño, yo las he hecho todas, Antoñito no, que está distraído.

- Bueno, pues Antoñito las tendrá que acabar como tú, si quiere pintar. Hala, afílate las pinturas, ¿Dónde tienes el tajador?

- Me lo ha robado Sisoko.

- Qué te han de robar, hombre! Míratelo, aquí está.

- Ah.

- ¡Carmen, ya hemos acabado!

- Venga pues, todos al patio..!!

Bajan la escalereta que los separa de la plaza, que hace las veces de recreo. El ayuntamiento en un intento de dignificarlo todo, pone carteles y barreras para impedir aparcar a los automóviles, que aun con todo lo intentan.

Una chicorrona a la que le dicen Aneta se arrima a la maestra, y no se despega ni un palmo. No más tiene tres añetes, es la más cacana12, y aun teme a los otros zagales, sobre todo cuando se tiran a rebullón al suelo, con cualquier excusa, chillando. No lo sabe explicar, pero ella no se fía, se ve esclafada… Carmen la entiende y la deja refugiarse, y estarse a su lado todo el rato. Aneta va pegando muesos mínimos a un bocadillo de pan Bimbo, y lleva un moñaco50 de trapo en las manos, un tal Lucas. Los otros críos no son amigos de Lucas. Ella, sí.

El trabajo en una escuela unitaria es cualquier cosa menos aburrido… Calificadas como estresantes, complejas… hay mucho docente que no las quiere. Eso de estar con la cabeza en 4 o 5 líneas de vez… pero a ella le gusta. Le encanta la mirada de los críos cada mañana cuando llega, y la alegría que les nota. Y la colaboración de los más grandes con los más chicos, la ayuda mutua cotidiana, casi sin darse cuenta… Y saberse el nombre de todos, y de sus madres. Y también hablar con las madres, al acabar… Bueno, siempre hay alguna gripia, pero en general, la cosa está bien. Posiblemente, la tratan mejor que la tratarían en algunos colegios de Huesca. Además la directora está lejos, y si es molesta, a esta distancia tiene menos poder para serlo.

Lo malo es la carretera, siempre la carretera… Cuando tenía que encargarse de la abuela, iba aventada. Ahora conduce más tranquila.

Y los meses siguieron pasando, sin grandes novedades. Empezó el nuevo curso. Cada día enfilaba la autovía de Barbastro. En media horeta larga estaba en la faena. Aparcaba en la entrada, caminaba un poco y llegaba la escuela en un bolero. Los críos la esperaban en la placeta, jugando e incordiándose unos a otros todo lo que podían. Eran siete no más este año. Si no tocaba inglés, o gimnasia o alguna especialidad, estaba ella sola.

Este año, Aneta ya se apartaba de ella y se atrevía a jugar con los demás, y a veces, hasta remataba el bocadillo. Carmen les estaba cogiendo cariño, tras varios cursos repitiendo en el mesmo destino...

Se estaba volviendo mayor, cada vez le costaba más rular cada mañana por las carreteras. Lo peor era en invierno: las boiras, la lluvia, el mal tiempo... todo se complicaba.

Una mañana, salió más tarde de la cuenta.  Enfiló la variante, y pasó los radares de Tierz y de Estrecho quinto. Llovía fuerte. Vaya por Dios. Pretó a fondo en la recta, y se metió a 130, o más. A primera hora estaba sola y los críos se chupirían27 esperándola en la plaza. No pasaba nada, tenían paraguas, pero ella se agobiaba de hacerlos esperar en la calle.

Entró en la autovía. Unos kilómetros y afuera, a la comarcal. La enfiló como cada mañana, siguiendo las revueltas de la carretera, entre carrascas. Se la conocía bien y se sentía segura.

Y de sopetón, se lo vio delante: un jabalí fiero, grandizo, negro como el tizón, que cruzaba aprovechando una pista de tierra. Pegó un volantazo, el coche salió de la vía, y empezó a dar vueltas de campana.

Todo cruje, todo. Siente sobre todo sorpresa mientras da vueltas y los vidrios estallan alrededor suyo, y para cuando se quiere dar cuenta, el silencio ya la embolica.

No se puede librar del cinturón y del airbag; se afoga4, le está costando alentar, el costado le comienza a hacer mucho mal… Sigue el silencio, y una niebla empieza a cubrir su mente, lenta, implacable.

Una furgoneta de reparto para. El conductor baja, asustado. A lo que se sitúa2, truca69 corriendo al 061.

- Señora, señora…

- Carmen está dentro del coche, colgando boca bajo. Se mueve, habla pero muy torpemente, tiene sangre en la cara y en el pelo...

- Cagüen diez, que leche s’ha pegau… Señora, señora. Estoy aquí, tranquila.

Apoyada en el hombre, Carmen sale del automóvil. Mira de ponerse de pies, pero no puede. Le cuesta respirar cada vez más.

- No s’apure, mujer, que vendrán de repente!! El hombre la recoloca como puede, y le tira un abrigo impermeable suyo encima. Sigue lloviendo. Al rato, aparece la UVI móvil.

- Por favor, avisad al colegio… dice la maestra, y ya no dice nada más; los ojos ya no le obedecen… está entrando en coma.

- Venga, rápido, que solo satura a 80%, meterla dentro, que la intubo!

El repartidor se queda fuera, los ve luchar dentro de la ambulancia con el cuerpo de la mujer, indefenso, sucio de barro y sangre… él no sabe lo qué hacer, ni dónde meterse. Replega59 su abrigo, chupido27.

Llega la guardia civil. Comprobado que la asistencia está en marcha, charran21 con él y le hacen preguntas.

- Como la ves? Pregunta un guardia a los ambulancieros.

- Parece que tiene lesiones costales, el médico sospecha un neumotórax a tensión... Yo creo que irá a la UCI...

- Mal…

Sigue lloviendo. Acabadas las preguntas, el conductor se va. El mal cuerpo le durará días. La guardia civil marca el accidente y llama a atestados.

Carmen ve una cardelina16, de colorines, delante de ella. Da saltetes60 chicos y le marca un alcorce, entre las carrascas. Se levanta y se va detrás caminando. No más siente el silencio alrededor de ella. La cardelina16 vuela, y ella vuela también detrás de ella, corriendo por el aire, a trote ligero, para no reactivar la tendinitis. Siguen corriendo por encima de la recta de Estrecho Quinto, de Montearagón, de Nueno; llegan a Gratal, pero esta vez a la punta.

- ¿Qué dices? No te entiendo…

La cardelina16 le dice algo, incomprensible. Sin extrañar nada de la situación, Carmen decide quedarse sentada en la punta Gratal. Allí se está bien. Y a esperar.

- Sí, ixo43 ha dito31… que m’espere po aquí.

Mientras esto pasa, la ambulancia llega a urgencias; nadie pierde un minuto.

- La subimos, ya.

- Pobreta, que golpe. Le ha debido de pasar algo… Había marcas de frenada.

- ¿Victoria Martín?

- Sí, soy yo. ¿Quién es?

- ¿Es usted familiar de Carmen Orós? Le llamo desde Urgencias del hospital San Jorge, de Huesca.

- Sí, claro, es mi madre… ¿Qué pasa?

- No se asuste, pero en el móvil de su madre sale este número: le paso con el doctor que la está atendiendo.

- (…)

- ¿Victoria?

- ¡¡Sí!!

- Mire, soy el médico de urgencias que ha atendido a su madre. En su móvil salía este número el primero, por eso le llamamos.  Ha tenido hace unas horas un grave accidente de tráfico y presenta múltiples fracturas, una de ellas afecta al tórax, y le dificulta  respirar con normalidad.

- ¿Pero está viva?

- Sí, ya le digo, pero grave. No quiero asustarla pero la hemos ingresado en UCI, y llevará respiración asistida unas horas o días. Pienso que debe venir lo antes posible algún familiar, como usted, y entonces les explicaremos todo con más calma.

- De acuerdo… sí, sí. De acuerdo. Gracias, doctor. Trucaré69 a mis hermanos…

Cuelga. El campus de la universidad está precioso, con las hojas amarillas, rojas, naranjas… hay parques por todos sitios en Pamplona. Victoria estaba yendo a clase. Ha quedado estupefacta. Irreal.

Cerca de ella en la subida de las escaleras hay una caseta con arcos y cristales, ni la había visto hasta entonces y eso que pasa cada día por aquí. Es una capilla. Dentro hay una Virgen Blanca, con el Niño en los brazos.

Victoria se sienta en el banco de piedra y se mete a rezar. Ella no es de rezar, ni poco ni nada, casi ni se acuerda de cómo se hace. Quieta delante de la capilla, se va acordando…

Se está un buen rato allí, rezando. Y no le va mal. De repente, siente algo dentro, que la tranquiliza… no sabe por qué pero le viene a la cabeza yayo, lo ve llamándola para darle un abrazo, como cuando era chicotona24. Ve a su madre detrás de él, tranquila, en chándal. Están sentados dismigajando un trozo de pan, para dar de comer a algo o a alguien. La imagen desaparece como ha venido, y vuelve a ver la capilla, al abrir los ojos. Victoria, ensimismada, da la vuelta y vuelve a su piso, a hacer la maleta. Mientras camina, rápida, ansiosa, va mirando en el móvil la aplicación de taxis de Pamplona.

Carmen sigue sentada en Gratal, en chándal. A su lado una cría dibuja con una tiza en una pizarrita. Hace sumas, y ella se las va corrigiendo, sin palabras. La cría le suena, pero no sabe quién es. La moceta49 no abre la boca, pero se la ve contenta. Al padre de Carmen también se le ve tranquilo, fumando. Está sentado en una piedra, mirando alternativamente a la cría y al horizonte.

- Pu allá bajo no han podido sembrar auno… a ver si llega un buen temporal y nos lo apaña.

- Anselmo ahora trabaja mejor que antes, papa. Y ya casi no bebe.

- Sí, ya lo sé. Aquí te enteras de to lo que hacéis. Ya le darás recuerdos, si vuelves.

Papa era montañés, de Serué, y por lo visto sigue pensando en clave de labrador. Está guapo, como más choven26

- Estarás aquí unos días con yo. Bueno, moceta49, m’alegro de veyer-te70 pero preferiría que fuese d’otra traza…

- Y volveré abajo?

- Ixo43, lo que nos digan. Ya t’enterarás. Qué estás mal aquí u qué?

- No, a verdá ye72 que no… ye72 siempre así?

- Hola, filla39! Tu to lo quiers saber…!

Callan. La llanura es bonita, serena. No hace frio ni aire. Pasan buitres por debajo de ellos. Uno se para, empieza a dar vueltas a su altura y se la mira fijamente. A Carmen de repente le entra miedo. Se gira a charrar21 con su padre, pero ya no está. La cría, tampoco. Está sola. El buitre se la está mirando, y viene volando directo hacia ella. Busca un zaborro pa tirarselo pero el suelo es liso. Lo mira de espantar con las manos limpias, pero el animal no se quiere ir, y se acerca aún más.

- ¡Está desaturando! ¡Venid! ¡Esta mujer no va bien! ¡Venid, va!

Corren todos, se mueven rápido alrededor del cuerpo herido.

- Hay que drenar el hemotórax.

- ¿Aquí?

- En quirófano. Avisa a los cirujanos.

Cuando Victoria llega a la sala de espera, están ya allí los hermanos y tía Asunción. Se meten a llorar todos juntos. Abrazados. No puede hablar.

- ¿Cómo va?

- La están operando. No sabemos nada. Estaba inconsciente. Nosotros la hemos visto un momento.

- He venido en taxi…

- Bien hecho, pa eso está el dinero.

- Pero como l’ha pasau55? Si ella conduce tan bien…

- Dice a Guardia civil que hay frenadas, igual le salió bel bicharraco10, u se durmió…

- Bueno, a esperar…!

Pasadas dos horas, los cirujanos salen y dan explicaciones: la paciente está estabilizada. Los pulmones ya ventilan mejor. La han trasfundido.

- Quedaros en casa, yo dormiré aquí.

- No, nos quedamos todos.

- No seas lelo. Aquí tos63 no femos38 cosa y esto será largo…

Charran21 un rato, pleitean, están nerviosos todos… Al final se organizan con sentido común. Se quedarán Victoria y el mayor.

- Ya ves, no pleve56 ni a tiros.

Carmen mira a su lado y vuelve a ver a su padre. El buitre no está ya, ni rastro. La cría y la pizarreta, tampoco.

- Almendras sí que en hai32. Esti año cuasi no cheló23

- Y van caras…

Papa saca un mendrugo de pan y algo de queso, y comienza a comer pero no le ofrece. Pasa una cardelina16 cerca de ellos y papa desmigaja el pan para tirarle miguetas. El pajarico se las va picando, a saltetes60.  Papa chifla y a cardelina16 le responde. Carmen comienza a flotar.

- Ha pasado buena noche. Charrad21 con ella pero despacio, está en coma pero puede ser que os oiga. Aquí os dejamos, un ratico. No la agobiéis, y si puede ser no lloréis, ella lo nota.

La enfermera se va. Han entrado a la vez que las otras visitas. Un hombre de la edad de mama saluda a tía Asunción.

- ¿A quién tenéis aquí pues?

Victoria no lo conoce. Él se presenta. Es de su zona, y estudió Magisterio a la vez que su madre. Se echa a llorar.

L’hombre lo deduce todo, y calla.

- Está en ixa43 habitación.

- Si no tos importa que la vea…

- No, por favor! Pasa…está en coma.

Juan, así se llama el hombre, se queda golpeado. No la veía hace más de veinte años… y la encuentra herida de gravedad.

- Lo siento, chiqueta25.

- Nos han dicho que va bien, pero no ha despertau.

- Ah.

Al hombre se le ve muy afectado por la suerte de Carmen. Él tiene a su madre en la cama vecina, con un fallo cardiaco casi terminal; los médicos le han dicho que ya no la pueden curar, y que la próxima vez ya no entrará en UCI. La anciana se está preparando para morir cuando le toque, parece serena. Sonríe a Victoria.

- Bueno, pues ya nos veremos por aquí, que os mejoréis… dice Juan… Te pareces mucho a tu madre.

- Gracias. Que os mejoréis vosotros, también.

- Gracias por saludarnos, Juanito, dice tía.

Pasan los días, lentos. La calma se tensa.

- Han dito31 que tiens que jopar44 ya.

- T’ande64?

- Ta casa tuya, allí bajo. Tus hijos te esperan. Venga, ya tardas. Au pues, ya nos veremos cuando toque, más t’alante62. Aura, tú no más ves siguiendo à la cardelineta ixa43. Ah, y di-le a Anselmo que siembre ya la semana que viene o monte, y que acabe antes de Todos Santos. Y cuida a Victoria, ye mu blandeta73.

- Vale. Adiós, papa.

Se vuelve y su padre ya no está. Se pone a trotar, ligera. Detrás del pájaro, monte abajo. Todo se va poniendo blanco en su entorno, y sin saber cómo ni cuándo, al abrir los ojos, está llena de tubos y cosas ruidosas con luces.

- Dar-me29 augua8.

Juan oye las voces de alegría de la hija de su amiga y se acerca a la habitación. Están charrando21, Carmen mueve las manos, torpe, pa coger un vaso que le ofrecen.

- ¡¡Hola, que buena noticia!!

- Eh… tú eres Juan, el de casa Oliván… jolio, que sueño más raro… ¿Qué haces aquí con nosotros?

Los acompañantes ríen y lloran a la vez. Juan se acerca a saludarla y tropieza con el gotero, y le pega un tirón en la yugular, adonde va la vía.

- ¡Aggg!

- ¡¡Oi, perdón, perdón…!! Juan se pone blanco del susto.

No ha pasau55 na… Carmen tose, se ríe un poco. El estirón la ha despertado del todo…

- ¡Siempre fuiste un zaborrero74…!

Él se ríe también, aliviado de no haber causado nada grave... Alcordanzas5

- Bueno, me voy con mi madre. Hoy la pasan a planta del Provincial…

- Hala, pues. M’has alegrau6 muito52, Juan. Nunca l’hese pensau45.

- Y yo tamién61 m’alegro, Carmen.

Pasan os días, y la maestra va a planta. Juan va pasando a saludarla. Si no están los hijos se queda más rato. Está destinado en Sabi, vive allí pero baja mucho a Huesca. Tiene un piso. Vivió bastantes años con una moceta49 de allá alto, pero ahora está solo. A ella la historia le sonaba, por amigos comunes. Pero ellos no se habían vuelto a ver desde jovenes, desde que bailaban.

- Pues estás guapa.

- Sí, hombre, justo; no sias desustanciau30.

- Que sí, mujer, que te lo digo de verdá...!

Un día, Juan llega a la planta y en la habitación no hay nadie ya. Le han dado el alta. Pregunta en el control y una enfermera le da un papeler54.

- Dijo que si veniba71 un hombre preguntando por ella que se lo diésemos.

Es una nota con un teléfono móvil. Al salir del hospital, Juan ve una cardelina16 de colorines, que se va a saltetes60. Casi ni se la mira, está contento. Saca el móvil y marca el número. Y le cogen.

- Ya tardabas... me tenías preocupada, pensaba que igual no t'heban dau o papeler54...

Ese año, Anselmo sembró todo antes de Todos Santos. Y ese fin de semana llovió de temporal. La cebada nació perfectamente. Y yaya marchó antes de la primavera, tranquila, como su hombre. Sin molestar.

 

Dedicau a Ana, compañera d’esperanza.



José Luis Pérez Albiac



 

Vocabulario aragonés. -

 

1. A, as, o, os. Artículos: la, las, el, los. A plaza, la plaza; o sol, el sol.

2. A lo que se sitúa: En cuanto se sitúa.

3. Aiba d'ahí: Quita de ahi.

4. Afogo, afoga. Afogar-se. Ahogo, ahoga, ahogarse.

5. Alcordanzas: Recuerdos.

6. Alegrau: Alegrado.

7. Aventau: Estúpido.

8. Augua: Agua.

9. Bai, nina: Vamos, chica.

10. Bel bicharraco: Algún bicho malo.

11. Bella perra: Algún dinero.

12. Cacana: La más pequeña.

13. Cal: Hace falta.

14. No cal que te veiga dinguno: No hace falta que te vea nadie.

15. Cansau: Pesado.

16. Cardelina: Jilguero.

17: Casa mía: Mi casa, mi hogar.

18. Catenazo: Tozudo.

19. Chabisque: Desaguisado, con humedad.

20. Chandra: Vaga.

21. Charrar, charran: Hablar, hablan.

22. Cheló: Heló

23. Chen: Gente.

24. Chicotona: Pequeña.

25. Chiqueta: 1 Muchacha; 2 pequeña.

26. Choven: Joven.

27. Chupir, Chupido: Empapar, empapado.

28. Costereta. Cuestecilla.

29. Dar-me: dadme

30. Desustanciau: Tonto.

31. Dito: Dicho.

32. En hai: Hay (de eso).

33. Esbrunce: Salto, giro.

34. Espiazada: Muy cansada.

35. Estricalló: Rompió.

36. Faba: Tonta.

37. Fatezas: Tonterías.

38. Fer, fa, fago, femos: Hacer, hace, hago, hacemos.

39. Filla: Hija.

40. Fumarro: Cigarro.

41. Güebra: Labrado.

42. Iciba: Decía.

43. Ixe. ixa, ixo: Ese, esa, eso.

44. Jopar: Marcharse.

45. L'hese pensau: Lo hubiese pensado.

46. L'hiban robau: Le habían robado.

47. Macatrullo: Tonto, pesado.

48. Minchar-se-la, minchareís: Comérsela, comeréis.

49. Moceta: Muchacha.

50. Moñaco: Muñeco.

51. Muller: Mujer.

52. Muito: Mucho.

53. O que tiengo que fer: Lo que tengo que hacer.

54. Papeler: Papelito.

55. Pasau: Pasado

56. Plever, pleve, pleviu: Llover, llueve, llovido.

57. Poquer a poquer: Poquito a poco.

58. Praus: Prados.

59. Replega, replegó: Recoge, recogió.

60. Saltetes. saltitos.

61. Tamién. También

62. T'alante. Hacia adelante.

63. Tos: Todos.

64. T'ande. Adónde.

65. T'arriba. Hacia arriba.

66. Tiengo. Tengo.

67. To'l rato, to lo rato. Todo el tiempo.

68. Tremoncillo: Tomillo.

69. Trucar. Telefonear, llamar.

70. Veyer-te, veyebanos: Verte, veíamos.

71. Veniba: Venía

72. Yes, ye, yeras: eres, es, eras.

73. Ye blandeta. Es blandita, tierna.

74. Zaborrero. Torpe.

Nueno, Ayerbe, Serué, Apiés y Fornillos, pico de Gratal, Montearagón, son pueblos, montañas y parajes del entorno de Huesca ciudad.

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