domingo, 18 de septiembre de 2022

De la razón y el corazón

 

Se despierta varias veces cada noche y en cada una de ellas se sorprende de no reconocer el lugar donde se encuentra. En ocasiones se angustia por ello, pero en otras permanece tranquila y curiosa escuchando en la oscuridad y percibiendo los aromas que le llegan y que le resultan inquietantemente conocidos. Pero siempre, en cuanto advierte la presencia que descansa junto a ella, se tranquiliza. Generalmente le cuesta identificarla. Algunas veces ve en ella a su abuelo, otras a su marido y aún en otras no consigue reconocerla en modo alguno, pero siempre le trasmite paz y seguridad.

Durante el día, de vez en cuando, se obsesiona con recuerdos de soledad y de abandono, y tiene miedo. Llama a su marido, ¿o era su abuelo? O los llama a ambos. Y no le consiente que la deje sola.

Reconoce en las personas que la asisten a familiares que hace años que no ve y que barrunta que habían muerto. En otras identifica en ellas a su vecina, a su hija, o a su nieta y se alegra de que tantas personas amistosas la visiten y le den conversación.

A veces se siente desconcertada porque su tía se empeña en que es su hija y la llame mamá, o porque su novio le diga que llevan años casados y le pregunte cosas que la confunden, o porque no le den razón de donde está su abuelo, al que acaba de ver a su lado. Y se angustia y se siente perdida en el laberinto de su memoria.

La inquieta lo lento, o lo rápido, que pasan las horas y el no encontrar acomodo para sus pensamientos, para esa confusión que la acompaña y que la perturba. Y desea que cada jornada termine pronto con la esperanza de que al día siguiente, tras el sueño, vuelva todo a esa normalidad añorada de un mundo que no la angustie y que sea capaz de comprender. Como le sucedía cuando despertaba de aquellas pesadillas que la atormentaban en su juventud. Y desea e insiste en acostarse temprano, a horas intempestivas, solo para pasar otra noche de duermevela y de despertares en la oscuridad.

Pero toda la angustia, todo el miedo, toda la inquietud, desaparecen cuando consigue no hacerles caso ni dejarse arrastrar ni por su frágil memoria ni por su débil mente y solo se deja llevar por sus sentimientos, por el amor que siente y que ve correspondido en esas personas que la acompañan y que la cuidan. Porque sabe con absoluta certeza, con una seguridad que no parte de su cerebro sino de su corazón, que esas personas, a las que reconoce como suyas aunque no sepa muy bien quienes son, la van a atender, a proteger y sobre todo a querer siempre.

Puede que su entendimiento la engañe, pero intuye que sus sentimientos no. Y en esas miradas que contempla, en esas manos que la acarician, en esas voces familiares que la arrullan, aprecia que es querida y se siente feliz. Y sonríe.



21 de septiembre, día internacional del Alzheimer:

Si ellos ya no te recuerdan, tú no les olvides.

https://www.youtube.com/watch?v=RvD7TVT27-k&t=18s


Publicado por Balder

No hay comentarios:

Publicar un comentario