domingo, 5 de junio de 2022

La Poetisa olvidada

Cometió tres pecados imperdonables, fue anarquista, mujer y lesbiana. Y aun encima poeta. Casi nada. Quizá por ello hoy en día casi nadie la recuerda. O a casi nadie le interesa recordarla.

Fue dirigente política, una de las creadoras del grupo “Mujeres Libres” y no aparece en los libros de historia política; fue una adelantada, incluso dentro de la izquierda, en la lucha por la igualdad de las mujeres, y apenas consta en ningún libro de feminismo; fue poeta, una de las figuras más destacadas del ultraísmo y no figura en ningún libro de antología poética.

Pero quizá la causa de todo eso es que, desengañada, acabó abandonándolo todo y difuminándose en el triste anonimato del exilio interior, en Valencia, junto a su pareja de toda la vida, los últimos treinta años de su vida, renunciando a todo menos a la poesía. Pero es que además y tristemente se han perdido una gran parte de los poemas de esa última época de su vida. Y a pesar de que acabó ganándose la vida retocando fotografías, parece que ella misma quiso borrar las huellas de su paso por el mundo, y apenas se conservan imágenes de su existencia. Es como si la vida, la historia y hasta ella misma, hubieran querido condenarla a una suerte de damnatio memoriae.

Nació en 1895 en el seno de una familia humilde en Madrid. Y desde muy joven, al tiempo que cuidaba de su padre y de su hermana menor, estudió en la escuela pública y luego simultaneó el trabajo de telefonista con los estudios de pintura en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Y, al mismo tiempo, comenzó a publicar poemas en diferentes revistas, donde combinaba el estilo modernista con la erótica y el deseo homosexual femenino, bajo el seudónimo de Luciano de San-Saor. Pero su evolución poética la llevo a formar parte del recién nacido movimiento ultraísta, corriente vanguardista literaria de principios del siglo XX, del cual es fundadora y una de sus principales representantes, aunque haya antologías del ultraísmo que ni la mencionan.

A partir de los años veinte aparta a un lado su actividad poética, sin abandonarla totalmente, para volcarse en su actividad política como militante anarquista. Y desde ahí luchar especialmente por la libertad y la igualdad de la mujer.

Lo hace con sus publicaciones en diferentes revistas como Tierra y Libertad, La Revista Blanco y Solidaridad Obrera, donde manifiesta su lucha feminista, aunque a ella le gustaba más el término “humanismo integral”. Y lo hace aun en contra de los dirigentes de la CNT y de la FAI, incluida Federica Montseny, que en algunos casos llegan a descalificarla. Pues en todas partes, incluido en los grupos libertarios, cuecen habas, y siempre ha habido quien incluso defendiendo las libertades del pueblo, dejaban a las mujeres en casa, sin considerarlas nada más que madres de sus hijos. Pero ella defiende que en los hogares anarquistas también predominan las ideas patriarcales, y que había que reformar sus casas y conseguir la igualdad de las mujeres en sus hogares antes que en la sociedad. Y rechaza un planteamiento feminista que se reduzca a una lucha contra el hombre. Defiende la importancia de la mujer como persona sin más, y que la mujer debe de ser mujer ante todo y nunca renunciar a ello.

En 1936, junto con Amparo Poch y Mercedes Comaposada funda el movimiento y la revista Mujeres Libres, que en apenas unos meses ya contaba con más de 20000 afiliadas. Sus objetivos eran formar a las mujeres, y lograr su emancipación económica, social e intelectual. Y así organizan cursos de mecánica o conducción para capacitar a las obreras para un nuevo oficio, ofrecían charlas de puericultura para las madres y les daban nociones de sexualidad.

Además ponen en marcha “Liberatorios de prostitución”, pues consideran que las prostitutas eran mujeres que se habían visto obligadas a ejercer ese oficio por falta de recursos económicos. Y para sacarlas de la pobreza las formaban en otras profesiones donde pudieran ganarse la vida.

Y también debatieron sobre temas que aún hoy en día siguen sin resolverse, como la igualdad salarial, la coeducación, el reparto de tareas o la libertad sexual.

Pero llegó la guerra civil, y como un vendaval arrasó con todo, y en 1938 y tras 14 números, la revista y la organización dejaron de existir, y sus afiliadas fueron dispersadas al viento, hacia el exilio, el silencio o la represión.

Se exilia con su compañera en Francia en 1939, pero en 1941 vuelven a España, huyendo de los nazis, y mientras escribe:

En círculos cerrados enloqueces

buscando una salida a tu camino,

pero toda salida es ilusoria

porque en verdad la vida es una noria

rondando sobre un eje de destino.


Se instalan inicialmente en Madrid, donde intenta reconstruir el movimiento de Mujeres Libres, pero temerosa de haber sido reconocida acaban trasladándose a Valencia, donde vivían los familiares de su pareja, y ahí se recluyen en un anonimato sepulcral, abandonando la militancia anarquista y las actividades periodísticas, y retornando a la poesía, mientras se ganan la vida, ella retocando fotografías y pintando cuadros por encargo, y su compañera trabajando en un consulado. Y pagan así, con su silencio y con el olvido, la derrota absoluta de las utopías ácratas. Y su sentimiento de derrota lo manifiesta en versos como este:

Has jugado y perdiste: eso es la vida.

El ganar o perder no importa nada

lo que importa es poner en la jugada

una fe jubilosa y encendida”.


Como nunca le gustó la publicidad, nadie más la reconoce, y solo sabe su verdadera identidad el pintor y amigo Pedro de Valencia. Y van pasando los años, y las dos mujeres van envejeciendo juntas.

Pero el destino, cruel e inmisericorde, no la quiere abandonar y la mayor parte de su producción poética de esa época ha desaparecido, pues enviaba sus poemas a una revista sudamericana, para intentar que se los publicaran, pero ni lo hicieron ni se los devolvieron, con lo que se perdieron.

Y cuando le diagnosticaron un cáncer de mama, comienza una angustiosa  y definitiva cuenta atrás, en la que a pesar de sus ideas anarquistas, dialoga en sus poemas, día a día, con Dios, unas veces invocándolo y otras recriminándolo.

Y así podemos leer: 

Quiero creer en Dios, quiero creer,

no me enturbiéis la fe que voy buscando.

Pero también:

¿He de creer en ese Dios absurdo

ese Dios que hizo al hombre contrahecho

exigiendo lo recto por lo zurdo?

 

Finalmente fallece el dos de junio de 1970, tras concluir su último soneto:

Quiero serenidad me dije un día,

quiero serenidad para morirme.

Yo que afronté la vida sin rendirme

aceptaré la muerte sin porfía.

No quiero que me gane la impaciencia,

que este absurdo esperar sin esperanza

no se me haga tortura a semejanza

de un turbio agonizar de la conciencia.

Para pasar el ecuador temido

quiero mi rebeldía sosegada

y el ímpetu domado y contenido

que si a morir he de rendirme

no he de ser con la muerte porfiada.

Quiero serenidad para morirme.

 

Su compañera de siempre, América Barroso, hizo grabar sobre su tumba este otro verso: “Pero... ¿es verdad que la esperanza ha muerto?

 

Se llamaba Lucía Sánchez Saornil, la que comparando su destino con el de la Victoria de Samotracia, escribió:

Perderé como tú si se da el caso

la cabeza pero nunca las alas.    


     


Publicado por Balder

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