Recientemente
leía en un artículo que todos tenemos vidas mediocres e insulsas. ¡Valiente
estupidez!
El
problema es que quieren hacernos creer eso, como tantas otras cosas, para
amodorrarnos, para debilitarnos la autoestima y para llevarnos por donde le interesa a esta sociedad consumista, explotadora y alienante.
Y
no. Si lo pensamos bien, ninguna de nuestras vidas es mediocre. Y la mía en
concreto ha sido y es una vida tremendamente plena.
He
tenido la suerte, o la desgracia, de vivir una vida llena de emociones, de
experiencias, de amigos, de alegrías y también de penas.
He
visto amanecer en el desierto y la Vía Láctea en los cielos despejados de altas
montañas. He paseado por ciudades míticas, he ascendido a construcciones
maravillosas y me he adentrado en las profundidades de tumbas milenarias. He
visto, palpado, oído, olido y degustado las más hermosas obras creadas por el
ser humano. He mirado a la muerte a los ojos y hasta me he atrevido a sacarla a
bailar en raras ocasiones. He sentido el peligro, en unas ocasiones buscándolo y en otras al menos no evitándolo y hasta he sido capaz de sonreírle, de vez
en cuando. He visto morir a compañeros y amigos, casi en mis brazos y hasta he
tenido que certificar algunas de esas muertes. He conocido y tratado a seres
humanos de toda clase y condición. He escuchado sus voces, sentido su piel y
abrazado sus almas. Y a veces hasta he tenido el honor de disfrutar de su
compañía, de su amistad o de su amor. Me ha tocado consolar lo inconsolable,
acompañar en momentos extremadamente duros y compartir toda clase de
sufrimientos y de penas. Y he sufrido desengaños, traiciones, injusticias,
abandonos y olvidos. Pero a cambio de eso, aunque en menos ocasiones de las que
quisiera, he podido sentirme útil ayudando a diferentes personas, he tenido la
dicha de compartir momentos de extrema felicidad con amigos, con familiares y
con desconocidos y he recibido agradecimientos, generalmente inmerecidos,
capaces de compensar cualquier sentimiento de agravio. Y también he disfrutado y disfruto cada día viendo desarrollarse nuevas personas
maravillosas, limpias, testarudas o valientes, llenas de carácter, de fortaleza
y determinación; y puedo sentirme orgulloso de haber participado, al
menos parcialmente, en su formación.
Pero
mi vida no sería plena solo por todo eso, aunque también. Mi vida es plena porque he
tenido la suerte de poder compartir todas esas experiencias con personas a las que quiero, que son parte de
mí y de las que puedo decir con orgullo que son mis amigos. Y porque tengo la fortuna de poder
convivir con quien me hace soñar nuevos mundos, con quien me hace querer ser
mejor persona cada día, con quien es capaz de rescatarme de mis particulares
infiernos y por quien no me importaría atravesar de nuevo los abismos.
Y
finalmente es plena porque, cada día que pasa, todavía soy capaz de
sorprenderme, de deleitarme y de disfrutar con los paisajes, con los seres y
con los acontecimientos que me rodean.
Así
que al mezquino que pretende convencernos y convencerme de que todos tenemos
vidas mediocres e insulsas, sólo me sale decirle lo que decía Melvin Udall en
“Mejor imposible”:
-
Vaya a vender sus neuras a otra parte. Aquí ya estamos servidos.
Publicado por Balder
¡Qué bueno!
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo.
Me acabas de dar un empujón, que flipas.
Gracias
Me alegro mucho. Un abrazo y gracias.
Eliminar