En la película de Amadeus nos muestran una imagen de
un Mozart infantil, burlón, vulgar y con una risa escandalosa. Esa
representación, que escandalizó a muchos admiradores del compositor, tanto por
los escritos de sus contemporáneos como por la correspondencia del propio
Mozart, posiblemente no dista mucho de la realidad.
Mozart era un individuo menudo, de grandes ojos claros, con
una nariz abultada, abundante pelo trigueño,
aunque fino, con el rostro picado de viruelas y con un carácter alegre,
bondadoso, optimista y tremendamente bromista. Aunque con un sentido del humor
un tanto soez y escatológico, del tipo “caca,
culo, pedo, pis”. Y que no dudaba en gastar todo tipo de bromas a sus
familiares y amigos.
Y así cuentan, y “si non e vero e ben trovato”, que en
cierta ocasión le ofreció una partitura, que recientemente había escrito, a su
admirado amigo Haydn, retándolo a que no sería capaz de tocarla a primera
vista. Haydn, entre sorprendido y molesto por la duda de sus habilidades
interpretativas, se dirigió al pianoforte y se dispuso a aceptar la apuesta y a
ejecutar la obra.
En un principio el maestro tocaba la pieza sin
problemas, hasta que de pronto se detuvo incapaz de continuar. Se volvió e
increpó a Mozart:
- Ha escrito una nota que es imposible de alcanzar.
¡Faltan dedos!
El hecho es que en ese momento de la composición, las
dos manos del intérprete se encontraban pulsando notas en ambos extremos del
teclado, y la partitura indicaba que además se debía de tocar otra situada entre las
teclas centrales. Era imposible llegar a ella.
Mozart sonrió como un niño, con malicia y con
autosuficiencia, y dijo:
- Déjeme a mí.
Se sentó ante el pianoforte y comenzó la obra desde el
principio. Y cuando llegó a la parte teóricamente imposible, y mientras sus
manos se movían ágiles y veloces en ambos extremos del teclado, inclinó la
cabeza y consiguió tocar la nota inalcanzable con su prominente nariz, al
tiempo que soltaba una estruendosa carcajada.
Haydn, lejos de disgustarse, sonrió y dijo:
- Verdaderamente tocáis con toda el alma, pero también
con todo el cuerpo. ¡Sin olvidar la nariz!
Y es que está claro que al genial Mozart, tanto para
interpretar sus obras, como para gastar bromas, no le faltaban dedos, pero le
sobraban narices.
Publicado por Balder
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